Tradicionalmente
se entendía a los procesos psicológicos como la función de un tejido particular
del cerebro, sin embargo con el transcurrir del tiempo, la ciencia ha
demostrado la imposibilidad de atribuir alteraciones en dichos
procesos a causas de localización específica, por lo que los procesos
psicológicos no debían ser considerados como la función directa de
limitados grupos de células en el cerebro, tal como lo señala Luria:
“Las
funciones mentales como sistemas funcionales complejos no pueden localizarse
como zonas restringidas del cortex o en grupos de células aisladas, sino que
deben estar organizadas en sistemas de zonas que trabajan concertadamente, cada
una de las cuales ejerce su papel dentro del sistema funcional”
(1988, p.30).
Desde
el punto de vista neuropsicológico la atención viene a ser la expresión del trabajo del
Sistema Activador Reticular Ascendente (SARA) y de los hemisferios
cerebrales, sincronizados por la actividad de los lóbulos
pre-frontales. El Sistema Activados Reticular, con sus fibras ascendentes y
descendentes constituye un aparato neurofisiológico que pone de manifiesto una
de las formas de reflejo señaladas inicialmente por Pavlov y luego por Luria,
conocida como el reflejo de orientación o la respuesta de
orientación.
Dicho reflejo se
caracteriza por una serie de reacciones electrofisiológicas , vasculares y
motoras evidentes, como La vuelta de ojos y cabeza hacia el
lado donde se halla el nuevo objeto, reacciones de alerta y escucha,
alteraciones de respiración y del ritmo cardiaco, disminución o cese de toda actividad irrelevante.
Estos fenómenos pueden ser observados siempre que surge una reacción
de alerta o reflejo de orientación, suscitada por la aparición de
un estímulo nuevo, esencial o significativo para un individuo (Celada
y Cairo, 1990; García, 1997; Luria, 1986).
Por
otro lado, el tallo cerebral y el sistema activador
reticular ascendente (SARA) son los responsables del estado general de
vigilia, indispensable para la activación atencional. Otras estructuras
cerebrales que contribuyen con el reconocimiento selectivo de un estímulo particular y
la inhibición de respuestas a estímulos secundarios son el cortex
límbico y la región frontal, esta última encargada de preservar la conducta programada.
Disfunciones o lesiones en estos circuitos afectan significativamente la capacidad
atencional.
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